Maurizio Cei
Italiano de origen, nómada por vocación. Licenciado en Economia y Finanzas por la Universidad de Pisa y sucesivamente en Derecho por la misma Universidad. Ya Profesor de Derecho, de Economia, Investigador, Abogado y Consultor de Empresas.
Interesado desde siempre en la búsqueda espiritual, su proceso de formación y transformación pasa por la Gestalt, el Coaching, la PNL, las Constelaciones Familiares, la Terapia Sistémico-Relacional y sobretodo el Programa SAT.
Discípulo de Claudio Naranjo y su colaborador en el Programa SAT de diversos países del mundo. Director del Programa SAT en Uruguay.
Actualmente vive en Ibiza.
"Soy Toscano, me gusta decirlo, sin decir más, sin entrar en más detalles, cayendo en localismos y parroquialismos inútiles, aunque históricamente muy arraigados en mi tierra natal, pero Toscano sí me gusta decirlo. Parece un anacronismo, ya que a estas alturas, después de tantos viajes y peregrinaciones, me considero un poco ciudadano del mundo, pero pudiendo apelar a ancestros tan ilustres como Leonardo, Dante, Miguel Ángel, Galileo en un momento histórico tan vacío y obscuro, es un privilegio que no cedo fácilmente.
Mi formación académica es lo más lejano y antitético que se pueda imaginar con respecto a la perspectiva espiritual de la vida, pero ese hambre de “sentido” siempre me ha atormentado, “no hambre de pan, ni sed de agua, sino de oír la palabra del Eterno”.
De hecho, desde muy temprana edad en mi familia estuve expuesto a la influencia, por no decir la opresión, de una cultura católica tradicionalista, especialmente por parte de mi abuela materna, con su fe indiscutible e inquebrantable. Independientemente de una vida de verdaderas penurias, donde experimentó el hambre, la guerra, la esclavitud del trabajo en el campo y para servir en una casa de “señores” desde temprana edad, la muerte de diez de sus once hermanos y hermanas, la locura de su madre y otros pormenores, en su larga vida que la llevó a tocar el siglo, nunca la he visto dudar ni por un momento, su fe era de granito. Algo de verdad debe de haber, algo “duradero” tiene que existir, debí haber pensado de niño.
Al crecer, esta fe hecha de dogmas, reglas, imposiciones, juicios me aplastó y fui cada vez rebelándome y alejándome más y más, pero esa intuición y esa esperanza siempre han permanecido vivas en mí. En alguna parte debe haber algo verdadero, imperecedero, algo por lo que valga la pena vivir esta vida. Este pensamiento debe haber seguido resonando dentro de mí, por lo que mi búsqueda continuó de forma subterránea, quizás de forma inconsciente pero constantemente, no dormida, de hecho alimentada por las dolorosas experiencias de mi infancia, desde la enfermedad crónica hasta la pérdida de mi padre en circunstancias trágicas. Necesitaba (re) encontrar el camino espiritual, lo necesitaba más que el aire que respiraba.
Y de repente llega la conexión, casi sin saberlo, por uno de esos casos fortuitos en la vida, que cuando los miras en perspectiva te das cuenta de que no fueron tan fortuitos, más bien parecen piezas de un rompecabezas gigantesco que poco a poco, mágicamente pasa a colocarse solo y forma el mosaico de tu vida.
Según la filosofía Zen “cuando el estudiante está listo, aparece el Maestro”.
Así que, de repente, irrumpe Claudio Naranjo en mi vida, y mi vida ya no es la misma, o quizás mejor, me pongo en camino para encontrar mi Vida, la verdadera, abandonando poco a poco aquel simulacro que había construido y en el cual yo había creído y rendía culto.
Pero vayamos al encuentro con el Maha Lilah, porque si empiezo a hablar de Claudio, el asunto corre el riesgo de alargarse demasiado...
Mi encuentro con este antiguo juego hindú no tiene mucho que ver con Claudio, más bien con otro Maestro, Sri Prem Baba, a quien visité por primera vez en su ashram de Nazaré Paulista, acompañando a mi pareja de entonces que, como muchos otros en el “sangha” de Claudio en Brasil, compartía el amor devocional entre estos dos maestros.
Allí conocí a Prem Lila, que llevaba este nombre espiritual precisamente por su maestría en el uso y conocimiento profundo de este juego y así, un poco por casualidad, un poco por curiosidad, le pregunté si podía acompañarme e introducirme al Maha Lilah. Quedé fascinado. El sutil equilibrio de fuerzas arcanas entre el responsorio numérico de los dados, las casillas correspondientes en el tablero y la interpretación hábil e intuitiva de Prem Lila ponían de relieve apegos, dinámicas caracterológicas, partes ocultas de mí mismo que me había costado años desenmascarar, pero estaban allí, visibles con extrema facilidad y claridad. Realmente impresionante, nunca había visto ni experimentado nada parecido.
A partir de ese momento, lejos de pensar que algún día emplearía este “juego” como herramienta de trabajo, comencé a utilizar las 72 casillas que componen el tablero como una cuadrícula conceptual, una especie de archivador donde insertar y clasificar cuidadosamente por conceptos todo el conocimiento y las experiencias que iba madurando en mi "viaje del héroe" personal.
Un día le pregunté a Claudio sobre este juego y él, a pesar de mi entusiasmo por contarle mi experiencia y lo sincrónica y profunda que me había parecido, se limitó a mirarme y sonreír, sin decir una palabra ni darle más importancia al asunto.
Pensé que en realidad a él no le importase tanto y qué tonto que había sido en manifestar tanto entusiasmo por algo tan ligero y fútil, un simple juego. ¡Qué espiritualidad barata! ¡Qué forma de perder la cara frente al Maestro!
Tiempo después descubrí que Claudio había escrito el prefacio a la primera edición del libro de Harish Johari “Leela - El juego del autoconocimiento” del año 1975, y que el mismo Harish Johari había sido uno de los profesores de los primeros SAT en California en los años '70. Por eso deduzco que su opinión sobre el Maha Lilah así como sobre este músico, compositor, pintor, escultor, estudioso y maestro de tantra, gemólogo, cocinero, una especie de moderno Leonardo, no tenía que haber sido tan baja.
Así, el impulso hacia la profundización, la reflexión y la reelaboración de una versión más personal, aunque fiel a la antigua tradición, de este instrumento se hizo aún más urgente y ardiente.
Obviamente la idea no es andar disfrazado de gurú hindú para pontificar sobre las antiguas enseñanzas de los Upanishads Védicos, no sabría cómo hacerlo, no es realmente mi estilo ni está en mi “linaje espiritual”, pero sí creo que este instrumento, tan flexible, tan inclusivo, tan acorde con la “philosophia perennis", sea capaz de transmitir, como pocos, una síntesis entre los diversos caminos espirituales, terapéuticos y educativos que apuntan al fin común de la etapa final del desarrollo del potencial humano. En este sentido me propongo utilizarlo.
Así se expresa Claudio en el prefacio antes mencionado:
Una peculiaridad interesante del Lilah es que no sólo proporciona una geografía del alma, o un camino estándar, sino caminos en los cuales el individuo puede caer, sin poder mantener un estado alcanzado, o levantarse hacia un estado mucho más alto que el presente, saltando etapas. Estas caídas y saltos, representadas por las serpientes y las flechas, adornan la estructura básica de modo que puedan originar, virtualmente, una infinidad de caminos individuales. Esta característica del Lilah no sólo me impresiona como una representación de la vida misma, sino que, sugiero, ofrece una observación del juego en que a medida que el jugador sigue la caída del dado podrá, al igual que consultando el I Ching o el Tarot, notar el juego de la sincronicidad. A raíz de este “extraño” fenómeno el cual, de acuerdo tanto a Pauli y Jung como a las concepciones religiosas y mágicas, es un aspecto básico de la realidad, el jugador puede descubrir que las elecciones del caso no son aleatorias y sinsentido, como el sentido común podría sugerir, sino que lo llevan (a veces insistentemente) a pasar por casillas, serpientes y flechas que son particularmente relevantes para el al momento. Por esta razón, anticipo que este juego hindú puede usarse no sólo por sus valores de entretención y como un modo agradable de absorber y familiarizarse con la metafisica hindú, sino como un espejo para el autoconocimiento.
Aceptando esta invitación, me propongo utilizar el Maha Lilah exactamente como un espejo para conocernos y reconocernos a nosotros mismos y a nuestros modelos de comportamiento.
Un viaje fascinante el de los "Viajeros-Lilah" (así es como me parece más apropriado llamarlos), un viaje completo en el que es necesario hacer uso de todo nuestro potencial humano, un viaje de descubrimiento, comprensión e integración. El viaje del héroe, pero también el viaje del niño, como lo describe magistralmente Claudio en su libro "El niño divino y el héroe”:
El Héroe, que sufre por sentirse incompleto y clama por la aventura que le dará la plenitud, se mueve con una fuerza y una determinación que surge desde el coraje del corazón: para el hombre que ha creado la realidad y ha concebido un monstruo cruel, matar al monstruo o ser devorado por él es la acción de vencer la dualidad y reconciliar los (aparentes) opuestos.
Claudio argumenta que “la leyenda del héroe non puede ser sino mítica: el verdadero blanco de la ira en el hombre no puede ser otro que la prisión que este ha construido para sí mismo en su imaginación, y no se encuentra en el mundo real. Y es en las ruinas de esa prisión donde puede encontrar la piedra filosofal que deseaba: sus propias energías no utilizadas y desviadas. El dragón es irreal, pero al matarlo, el héroe elimina su propria fantasia. Por otro lado, siendo el dragón el reflejo de la personalidad no expresada del héroe, es para él más real que cualquier cosa al mundo (…) Una vez que decida enfrentarse a todo lo que ha rechazado por “malo”, “desagradable” y “peligroso”, podrá descubrir que la bestia era la bella, que no podía ser vista por falta de amor”.
El Niño ilumina lo que ocurre sin esfuerzos, con confianza, serenidad y sabiduría. “El tipo de literatura que se centra en la figura del niño” dice Claudio “es maternal: así como la madre confía en la labor que hace la naturaleza a través de ella durante su periodo de gestación, la actitud maternal del hombre consiste en confiar en todo lo que se desarrolla desde sí mismo y por sí mismo”.
El propósito de este Juego es precisamente ayudar al Viajero-Lilah a elevar su visión, iluminando su corazón y sus pasos, más allá de cualquier circunstancia, para integrar los opuestos y alcanzar esa plenitud que así describe Claudio al final de su libro:
“Porque el hombre es el cazador que ama a la sirena que ama al cazador: es más completo cuando puede dejar que sus opuestos internos se abracen y se complementen, en vez de debilitarse unos a otros en la contradicción”.
La versión de este antiguo “juego” que presento es el resultado de mi investigación, reflexión y reelaboración en su estado actual.
Agradezco de todo corazón a Prem Mandir y Prem Lila por hacerme conocer e iniciarme a este juego cósmico, así como a mi amigo (y hermano espiritual) Parama Libralesso por regalarme, desde lo más alto de su maestría creativa y su profunda conexión con la cultura hindú, una obra de arte como tablero, que con sus símbolos y juegos de colores, por sí solo posee el poder hipnótico de conducir al observador hacia otras orillas.