El juego consta de una serie de casillas numeradas (lokas), a través de las cuales el participante se mueve lanzando un dado de seis caras y en que las flechas, partiendo de virtudes o actitudes positivas, lo elevan a niveles superiores, mientras que las serpientes, a raíz de la caída en un vicio o actitud negativa, lo traen de vuelta, haciendo que vuelva a caer a niveles más bajos.
El tablero de juego del Maha Lilah simboliza el camino de la evolución humana, las etapas del Viaje del Héroe, podríamos decir, usando una terminología tan querida por Claudio Naranjo.
Cada una de las 8 hileras (o planos) del tablero representa un nivel de conciencia. Cada plano contiene 9 casillas que revelan sus características. Las primeras 7 hileras están asociadas con los chakras, mientras que la octava representa un plano que, como sugiere su propio nombre (Plano Absoluto o Plano Divino) y el significado original de la palabra Lilah (Dios está jugando), se encuentra más allá de nuestro cuerpo y nuestra capacidad de comprender.
Según Carl Jung existe una estrecha relación entre los eventos internos y externos que experimentamos, una relación que no puede ser explicada por los principios de causa y efecto, pero que sin embargo tiene sentido para el observador. La sincronicidad, definida como “un principio de vínculos acausales”, consiste en un vínculo entre dos eventos que ocurren simultáneamente, conectados entre sí, pero no de manera causal, es decir, no de tal manera que uno afecte materialmente al otro. Ellos pertenecerían más bien al mismo contexto o contenido significativo, como dos relojes que hayan sido sincronizados en la misma hora. Ante este fenómeno, cualquier consideración previa sobre la relación “esto lleva a este otro” se barre en un instante.
El dado se tira de la mano al tablero y al pararse nos muestra un número: ¿aleatoriedad, coincidencia o, en realidad, nada pasa por casualidad? ¿Qué dice el concepto de este recuadro sobre mí? ¿Cómo me interroga?
A medida que se mueve a través del tablero de casilla en casilla, el jugador comenzará a comprender con mayor claridad y profundidad las muchas facetas que conforman su identidad. A través de este juego-canal podemos “recibir” información precisa sobre nosotros mismos, semillas de claridad ofrecidas por la conciencia que acompañan a la cultura hindú desde tiempos inmemoriales.
El tablero comienza a “jugar” con nuestra mente, poniendo así en marcha su propósito: liberar nuestra conciencia de nudos e interpretaciones erróneas y mostrarnos nuestra relación con lo Absoluto, lo que ocurre simbólicamente cuando llegamos a la casilla n. 68, Conciencia Cósmica.
En algunos cuadrados se encuentra la cabeza de una serpiente y en otros el mango de una espada (o flecha). Con las flechas ascendemos, con las serpientes descendemos así que, dependiendo de si caemos en una u otra, ascenderemos gracias a las flechas hacia estaciones y energías superiores o caeremos por las cabezas de serpientes a aquellos lugares desde donde nos habíamos levantado y quizás imaginamos que nunca volveríamos a pasar.
Nos centraremos en los conceptos contenidos en cada recuadro en el que “cae” el viajero para investigar cómo determinadas actitudes, comportamientos, compulsiones, características sugeridas por ellos afectan su vida y sus relaciones y cómo pueden representar un obstáculo o un recurso con respecto al tema de la sesión de acuerdo con la intención del jugador, y más en general con respecto a su trayectoria de crecimiento.
A través de una metodología que integra prácticas meditativas, reflexión cognitiva y trabajo gestaltico emocional, trabajaremos para disolver los nudos ligados a nuestra “ignorancia” y darnos cuenta de la esencia del juego divino, es decir, vivir plenamente nosotros mismos desarrollando nuestro potencial humano.